jueves, 12 de junio de 2008

Para reflexionar

Con la Guerra del Yom Kippur (o del Ramadán, 1973) entre árabes e israelitas, el precio del petróleo se elevó de forma rápida y desmesurada. Parecido a lo que ocurre en la actualidad. Los países occidentales sufrieron el incremento de la inflación y del desempleo. También parecido a lo que está ocurriendo. Y los ciudadanos reclamaron de los gobiernos medidas para paliar la crisis. Bien, ahora son los consumidores, los transportistas, los pescadores,...

En el vídeo podrás ver y escuchar a Enrique Fuentes Quintana. Explica con total transparencia los efectos de la crisis, la necesidad de un acuerdo social (que acabaría llamándose los Pactos de la Moncloa) y las intenciones del gobierno entonces presidido por Adolfo Suárez. Además de la inmejorable lección de Economía que puedes recibir con su visionado, el vídeo te puede servir para reflexionar sobre la distinta forma de afrontar los problemas por parte de los políticos (que cada uno asocie el término con el partido que más le convenga).



Las siguientes líneas no quiero, ni debo, omitirlas. Como muchos de mis compañeros de facultad, la de Económicas y Empresariales de Valladolid, tuve la gran, enorme, desmedida suerte de poder asistir a varias conferencias de Enrique Fuentes Quintana. Por entonces, los alumnos no recibíamos una recompensa en forma de créditos por asistir a las conferencias, jornadas, cursos o eventos similares. Ir a una conferencia tenía la única, pero importantísima, recompensa de aprender. La mayoría de las conferencias contaban con poco más de una o dos filas del Aula Magna (un anfiteatro con un aforo de unas 300 personas, creo recordar). Las de Fuentes Quintana siempre, siempre, tenían oyentes en todas las butacas, en las tres escaleras, delante de la primera fila y en el "gallinero" (un amplísimo pasillo en la parte superior del anfiteatro diseñado para facilitar la salida). Si te descuidabas, tenías que desistir de entrar en el Aula Magna por absoluta imposibilidad. Y es que Fuentes Quintana no solo te explicaba todo de forma clarísima, sino que, además, te hacía pasar tan buen rato que sus dos horas de conferencia se te hacían cortas. ¡Si hasta salías del Aula con disgusto porque querías que la conferencia durara más! Vaya, pues, desde aquí mi reconocimiento a un auténtico maestro, en el sentido más amplio posible (y la petición de disculpas a vosotros por este nostálgico recuerdo).

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